domingo, 5 de octubre de 2008

De bordillos y papeleras

Se sienta, casi acurrucado, sobre el bordillo de las aceras de las calles de Madriz, y la observa, a cincuenta centímetros sobre el nivel del suelo, porque la ciudaz es con "zeta" para los que la viven en el borde, para los que la conocen, y se cortan con el alambre que aprieta en la urbe que no sale en las postales turísticas, ni en las cartas de los amores rubios con olor a "eau". Él se llama Esquina, o Papelera, o Banco en el Parque, o Estación de Metro en Enero, o también Sobredosis, pero cuando se llama Reflexión, su Cara se convierte en un Cruce de Caminos, y Ríe con exageración para acallar el Ruido de los que aconsejan respirar la mitad de la Vida, de los que siempre Guardan para después, aunque después sea el tiempo de la Muerte. Ella lo acoge en el apartado que tiene para las historias de las existencias que subsisten al día, en realidad ella, la ciudaz, es el papel en el que se escribe él, y aunque él lo sabe así, prefiere pensar que el silencio es el único fruto que brota de la tierra de sus andanzas, y ella deja que lo crea, mientras disimula con una sordera de juguete, y presta una atención despistada al dictado sin calderilla que suena en los bolsillos desfondados de él. Son una cuestión de ambos, cuando están juntos, o un plan a medias con colores que descienden por las escalas, desde el Olimpo de los Grises, decorando el modernismo decadente que se esconde en las veredas del cemento. Pero cuando él se pierde, ella deja que lo haga, ignorándole hasta que se vuelven vías mudas todas las venas de asfalto y cristal, desaparecen, se borran dando lugar a una dimensión de estruendosas revelaciones sin rúbrica, un lugar de apocalíticos mensajes, que esquivan los buenos modos con los cubiertos de plata, porque no tienen mesa de bordados en la que modelarse antes de devorarse el hambre de la soledad. Y así se pasan los días días anónimos, da lo mismo que sean lunes, o viernes, es insignificante que se llamen martes, o jueves, o sábado, o domingo. La fecha juliana que reina en el almanaque no tiene relevancia en las repúblicas apátridas de la desolación, porque la hora oficial se limita a la cuerda que ata a un reloj con la hora del lugar donde esté latiendo su pecho, y ese sitio podría bien llamarse nada, la mayor parte de las veces, o también "jel", si pensamos con un bombín en inglés en la cabeza. Él se viste con los restos de una guerra, y ella se desnuda en la noche bajo la luna del último bar abierto de la ansiedad. Él se llama Nadie, y ella responde por el nombre de Ciudaz.

"de bordillos y papeleras"
© el país de los tejados. chus alonso díaz-toledo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta mucho tu blog.

Anónimo dijo...

Con permiso, me subo a tu tejado mi querido niño. Un placer haberte encontrado por estos mundos de nuevo.

Besos, siempre al Sur.

Anónimo dijo...

Te sigo la pista desde pokit in a pocket, soy una lectora que encuentra en tus letras el refugio que busca. Muchas veces cuentas las cosas de una manera que yo no sabría hacer, pero las entiendo como si las hubiera escrito yo. Gracias

Anónimo dijo...

Me seduce la manera que tienes de hablar de Madriz, sería especial conocer esa ciudaz con un guía como tú. Un beso anónimo desde la ciudad que esconde a tu ciudaz.

Anónimo dijo...

Es bueno bajar de vez en cuando del tejado a los bordillos. Sobre todo es bueno para los bordillos, que se sienten solos si no.

Anónimo dijo...

Me recuerda a tantos que andan por tu ciudaz. Un placer seguir leyéndote. Un saludo.

L.G.Montero

Anónimo dijo...

Y cuando él se llama Esquina, ella se llama equis para cruzarse en su camino, y si es papelera, ella se llama periódico abandonado, o cualquier objeto usado y tirado en ella, pero cuando más le gusta a ella es cuando él es Banco de parque, porque ella se convierte entonces en paraguas abandonado sobre él para los días de lluvia...

-mí d mg-