lunes, 28 de septiembre de 2009

Amarillo papel

Un viejo papel arrugado,
surcado por el tiempo,
casi gastado por los ojos,
de color amarillento lento,
con las esquinas perdidas,
sujeto a dedos que esperan,
manoseado como los juegos
donde se pierde el azar,
viajero de bolsillos vacíos
que son de paso incierto,
doblado en una cartera
a la que no le salen las cuentas,
o entre las páginas calladas
de un libro que quedó sin leer,
y que siguió viviendo a medias.

Un papel en el que cabe
la eternidad de todo el amor,
y la tijera impía del desamor,
cuadrilátero cuadriculado
donde se pelean los guantes
de Aristóteles, y los de Platón,
pensamiento, de hace tiempo,
para un árbol de puño y letra
que nació del romance diario
que tienen el agua, y el sol,
papel con tanto a sus espaldas,
y con mil frentes abiertos
con el sudor de sus batallas,
papel testigo del color del viento,
y también de la muerte de una flor.


"Amarillo papel"
© Pokit in a pocket. chus alonso díaz-toledo.

http://pokitochus.blogia.com/

sábado, 26 de septiembre de 2009

Azul sin frío

Con agua de hielo azul, y sin frío,
dos actos de sed se beben el rocío,
dos lenguas calladas, desnudas,
dos razones para las camas furtivas
que duermen tras el muro del qué verán.

¿Acaso no tuvo la sangre el valor
valiente para circular por la causa?

Coincidieron, en el mismo miedo,
y a la misma hora punta,
se arrinconaron como el polvo,
se mutilaron todas las frases
con los cuchillos del punto final,
tapiaron la voluntad de su oídos
con el silencio del barro seco,
borraron las huellas en el tacto
de cada uno de sus diez dedos,
y renegaron como la madrugada
reniega de la impaciencia del sol.

Los bosques quisieron comenzar
a abandonar los colores verdes,
los mares se quedaron a la deriva,
asesinados por la calma chica
que se evapora con la realidad,
el horizonte quedó a sus espaldas,
toda aquella dislexia circunstancial
llegó a tomar forma de ingeniería,
y se confundieron con las obras,
y se mancharon con los grises
del cemento que eleva la soledad.

"Azul sin frío"
© El País de los Tejados. chus alonso díaz-toledo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

La Paisita

Ella, que es la vocación
de mis días despiertos,
y el comienzo de las noches
donde nacen los sueños,
no se ocupa en las metáforas
pretenciosas de ningún papel,
ni precisa de las estaciones,
para que la primavera
se detenga en sus dos manos,
o para que el otoño se derrame,
hoja a hoja, con letras en blanco
sobre la desnudez de sus pies.

Ella, que tiene mi patria
en el país de su piel,
y que derribó el miedo
de los muros,
y la hipocresía de las fronteras,
es el beso nocturno
que el cielo le dedica a la verdad,
en la inmensidad de sus ojos
están los paisajes
que quiere ver mi mundo,
y en sus labios, día a día,
el idioma que mi lengua
aprendió a hablar sin voz.

Ella, que tiene el vuelo
del viento cosido a sus faldas,
me regala la libertad
que se encierra en los abrazos,
siempre tiene una sonrisa
contra las penas de mi ayer,
y me enseña con figuras de aire,
sin saberlo, todo lo que mis libros
nunca aprendieron a saber saber.


"La Paisita"
© El País de los Tejados. chus alonso díaz-toledo.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Desiderátum

"Seré una estatua de arena
con el desierto en el alma,
buscaré la diminuta quietud
de los granos sin agua,
besaré el cielo con la boca
de todos los horizontes,
y el silencio me acompañará
cuando se quiebre la voz,
y volverán a brotar estrellas
en los campos del firmamento"



Recogió los últimos papeles que había dejado sobre la mesa, cerró todos los cajones del viejo escritorio, un simple movimiento de llave bastó para clausurar la memoria de mucho tiempo. Cuando opinó que todo estaba como debía estar, y tras asegurarse de ello, echando un último vistazo al espacio que le rodeaba, se dirigió hacia el viejo tocadiscos. Con un especial cuidado, abrió la tapa de plástico que cubría el plato, se giró, y sacó, con la misma atención con la que se coge a un bebé, un vinilo negro, cirularmente bello, que colocó sobre la goma del giradiscos. Las notas del saxofón de Charlie Parker contaban el año 1951, aquel disco era el paraíso prometido para cualquier oído sin prejuicios, "Summit Meeting at Birland" empapaba el aire de la estancia, y él se dejaba mojar por aquella música, sentado en la silla del escritorio. Se levantó para prepararse un bourbon sin hielo, una pequeña cascada ámbar cayó dentro de un vaso ancho, y volvió con él a la silla que había abandonado hacía sólo un momento. Una vez sentado, y tras un gran sorbo del néctar de Kentucky, cerró los ojos, y dejó pasar el tiempo, como si el tiempo no pasase por aquel lugar. Parker seguía volando en el aire, y tras los cristales ajenos, la ciudad se reducía a las calles de siempre, desde las ventanas de siempre. Aquellas cuatro paredes eran el refugio perfecto, entre ellas habían nacido, y muerto, miles de historias, unas mejores que otras, allí habían convivido el amor y el desamor, la alegría y la pena, el pobre y el rico, el cielo y la tierra, y todos habían brotado, y crecido, dentro de ese cubo habitable con vistas a la inmensidad. Abrió los ojos cuando sonó la última nota de la última canción del disco, se levantó, y se dirigió hacia el tocadiscos, retiró la aguja de los surcos mudos del vinilo, y volvió a cubrir el giradiscos con cuidado. Se giró hacia el cento de la estancia, dio tres pasos para colocarse justamente ahí, en el centro, y de uno de los bolsillos del pantalón, sacó un puñado de aire, que dejó caer sobre sus pies. Cerró los ojos, y escuchó, notó el olor del Sáhara visitándole, y su silencio, sin miedo, acunando cualquier rastro del antiguo dolor.
El cuarto quedó vacío, los cajones cerrados, y unos granos de arena en el suelo, justamente en el centro de la habitación, recordaron, bailando al viento, la melodía de la última canción.
 
"Desiderátum"
© El País de los Tejados. chus alonso díaz-toledo.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Oyente del viento

Comencé a entender
los secretos de la brisa,
en ella descubrí la clave
para convertirme
en oyente del viento,
y con el viento,
me desprendí de todo
lo que tuvo alguna vez
el rastro preciso de su olor.

Su transparente discurso,
arrancó el sabor
que surgía de los recuerdos,
en mi boca diaria,
y pude enmudecer
las letras que la revivían,
sin la fidelidad del tacto
de su existencia,
dejó de ser todos
los motivos para la lucha,
comenzó a tener
el peso concreto
que lastra la vida,
con piedras del norte,
y se acomodó
en los dos metros cuadrados
de las urgencias ajenas,
sin terraza, y orientada
hacia la prudencia donde
todos los besos saben igual.

Ahora no se derrama
en la vereda de las sombras,
desde un lugar lejano,
renunció a ser
el fruto nuevo del agua,
y de las caricias del sol,
ya no está a la puerta
de cada una de mis dudas,
ni entre los recovecos
de las noches sin luna,
ni en los reproches
que murieron en la tierra
donde vuelve a nacer la voz.
 
"Oyente del viento"
© El País de los Tejados. chus alonso díaz-toledo