miércoles, 26 de enero de 2011

Vigilia

Tiembla , como la luz de la vela
encendida en los vientos del alba,
el tiempo se desborda de tiempo,
y envuelto sobre sí mismo,
ha dejado de ser una referencia
para la orientación de la confianza.

Su volumen espacial se distorsiona
dentro de estas cuatro paredes,
tiempo crispado, sembrado de aristas,
endeudado en el primer principio
y arruinado desde la punta
de su inmerecida memoria,
metáfora de conciencia obtusa
hecha con gas y cemento,
insolencia de pronóstico efímero,
apariencia sin fecha de caducidad,
tiempo de carácter reservado,
te muestras repleto de escalones,
y no tienes instrucciones
para el movimiento de los pies.

Noche, estancia obligada
dentro de su continua existencia,
firma imborrable que se extiende
ante los insignificantes ojos
de quien se atrevió a contarte,
noche de apuesta tramposa
contra la imaginación penitente,
declaras tu fortaleza de aspecto
inexpugnable en tu muro incierto,
eres tan real como la roja realidad
que recorre la senda de las venas,
versos de cielo para la desolación,
lucidez confusa de colores negros,
noche para la bella durmiente
que duerme su sueño en las afueras,
noche, eres la tortura silente
que se proclama por las noches en vela.

Tu gravedad se refleja en el sudor
de cada gota impaciente,
sudor seco, sudor escueto,
humedad donde se cuartea la piel
de las pesadillas de las manos,
noche, eres el fruto del parto parido
junto a los bordes del ocaso,
hija con los nombres bastardos
del silencio kilométrico,
noche sin calma, sed delirante
en la garganta de las sombras,
noche de cuarto creciente,
semillero donde se forman las formas,
eres el verbo de la letra constante
que se conjuga donde calla la luz.

“Vigilia”
© Ediciones Cambalache. chus alonso díaz-toledo.

jueves, 20 de enero de 2011

Química cerebral

Pensamiento de tamaño subatómico
y forma cuidadosamente circular,
onomatopeya grave, silenciosa,
como la totalidad confusa que oprime
las milésimas de los segundos,
y en los mundos de algún momento
suena el lenguaje que aprendió
a decirse tras la lluvia,
y en las distancias de la arquitectura,
la cercanía de una grieta
se levanta contra la parquedad
de las figuras en la que se relame la soledad.

Dictadura pura de la química cerebral,
precisión estricta de un guión hecho
con palabras moleculares,
frases atadas a los designios de la luz,
tal vez no supieron escuchar el frío,
y ahora el ruido es tan inmenso
como la extensión de la eternidad,
intolerablemente escandaloso,
escandalosamente intolerable,
y la piel se pregunta en las entrañas,
respiración por respiración,
aliento por aliento, pudor tras pudor.
y en las vísceras no quedan respuestas,
solamente hay dudas dispuestas
a deambular por los caminos de nunca acabar.


"Química cerebral"
© Ediciones Cambalache. chus alonso díaz-toledo.

miércoles, 12 de enero de 2011

Acordes

Se silencian todos los acordes
de una noche cualquiera,
dejan de nacer, se vuelven
aire sin movimiento,
y se pierden,
se borran como si fuesen
huellas de sal pisadas por agua,
y el azul se torna mudo oscuro,
tanto que parece muerto,
y los papeles usados dicen
lo que dijo una vez el tiempo,
mientras la calle se vuelve
una ecuación de distancias,
y el viento recuerda, en silencio,
el susurro de una voz lunar del sur.

Nos moldearon para el entorno,
encadenados al intento
disonante de los olvidos fallidos,
a la medida exacta de sus exigencias,
y callamos la verdad que se extiende
bajo los refugios de la piel,
nos convertimos en señales tangentes
para las cuestas de las calles al revés,
levantando fortificaciones
resistentes al poder de la memoria,
y nos autoproclamamos uno
antes que tuyo y mío,
y el miedo no se atrevió a mirarnos,
ni el grito pudo volver a gritar,
y así, con la excusa de las espaldas,
se cegaron las expectativas de los ojos,
y se mutiló la esperanza del tacto,
y el sonido de los vuelos rotos
se cerró, abierto, dentro de un viejo cajón.


"Acordes"
© Ediciones Cambalache. chus alonso díaz-toledo

domingo, 2 de enero de 2011

Viajero accidental

Salió hasta donde las puertas
se cierran por los bordes del viento,
en sus pies calzaba las zapatillas
de andar por los pensamientos,
fue entonces cuando supo que quería
saber por el origen de los olores,
tuvo curiosidad por el porqué
de aquel idioma sin ruido que tanto decía,
y también pensó en cómo podría aventurarse
hasta las cuerdas vocales del primer instante,
así podría conocer la verdadera voz de la voz,
y por qué no, el sentido que tienen
las agujas del tiempo, cuando en el espacio
se reduce el tiempo, también tuvo su atención.

Quiso llegar hasta el comienzo del horizonte,
en su equipaje, un sencillo saco de tela,
volcó un puñado de anillos de madera,
pues ellos eran los dueños
de la paciencia centenaria de los árboles,
y se inventó los mapas de las tierras
que guiarían sus pasos hasta donde duerme la luz,
y le tuvo que preguntar al vacío
por las manos en las que se hallaban las respuestas,
y el vacío se hizo mil añicos de color añil,
y renació convertido en una cabeza
de elefante parlante, con acento francés,
mientras sobre las nubes llovían las almas
de cien mil cántaros de barro,
y dos tazas de té, tomando el tren de las cinco,
cubrían sus cabezas blancas de humo
con los sombreros viajeros de René Magritte.


“Viajero accidental”
© Ediciones Cambalache. Pokit in a pocket. chus alonso díaz-toledo.