jueves, 29 de julio de 2010

Despoema

He dejado para más tarde
todo lo que es de un sólo uso,
todo lo que no tiene
la cualidad de la fijación,
todo lo que pasa a no ser
al cabo de unos días,
o de unas horas, o de unos minutos.

He deambulado por la calma
de los átomos de Einstein,
y por el caos subatómico de Bohr,
creí poder tocar
la inmensidad de las estrellas,
y también pensé
en habitar en el imposible
interior positivista de un protón,
o dentro del negativismo
necesario del electrón
que predica, trece veces,
los verbos en martes.

No me atrajo nunca la charla
del neutrón, siempre correcto,
tan sin tomar partido,
tan sin mojarse, tan neutral,
tan condenadamente suizo.

Llegué a escuchar los cuatro
discursos de piedra y eón,
mientras en el futuro comenzaban
a granizar puntos de interrogación,
con curvas como respuesta.

Perdí el tiempo medio viajando
del sí al no, del blanco pasé al negro,
sin detenerme en el espectro
que sustentaba a ambos,
y del frío, llegué hasta el calor
carbonizante del que partió la vida.

Después de ser un desastroso
aprendiz de Ulises,
después de intentar comprender
el Todo, para volver a la Nada,
me di cuenta de que había
pasado la vida mirando
por encima de lo que ven mis ojos,
y los entorné lentamente.

Enfoqué la vista hacia las figuras
de las medias distancias,
las que no salen en la prensa escrita,
ni en ningún boletín radiofónico,
las que son, o están, sin hacer ruido,
amasando la realidad que se come,
y se traga, fuera de la dieta púrpura
del pan nuestro de cada día.

Allí, en las medias distancias,
en las palabras sin discurso,
en el tiempo sin calibre,
en las resumidas cuentas
de menos de tres ceros,
en todos estos sitios medios,
descubrí mi ignorancia,
mi estupida "macro-ignorancia"
que había desdeñado las gotas del rocío,
por querer ver el océano total.

El océano es incomprensible
en sus cifras, sólo podemos
entenderlo como tal,
como un sustantivo, como océano,
pero no podemos comprender
los litros de agua que contiene,
ni el número de especies que lo habitan,
ni siquiera fuimos capaces
de llegar al fondo, y yo seguía
sin mirar a la esencia de todo aquello:
una gota, solamente la gota.

Comencé a deterneme en momentos
en los que antes nunca me había parado,
no ya a pensar, sino a recibir,
a convivir con el entorno.

Entonces, y sólo ahí,
en ese momento,
fui capaz de cromprender
que había vuelto a caminar
fuera del sendero,
había vuelto a sacar
los pasos del camino,
y el camino,
con una intolerante distancia,
me señaló el lugar exacto
de lo que sería mi retirada,
una retirada sin punto de vuelta.
 
"Despoema"
© El País de los Tejados. chus alonso díaz-toledo